“Superar las disrupciones, transformar la respuesta al sida” desde la Enfermería Comunitaria
Este 1 de diciembre de 2025, Día Mundial de la Lucha contra el VIH/sida, ONUSIDA nos convoca bajo el lema «Superar las disrupciones, transformar la respuesta al sida». En un contexto de recortes de financiación y profundas desigualdades, el mensaje es claro: o reforzamos la respuesta comunitaria y basada en derechos, o ponemos en riesgo décadas de avances. Desde la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC) nos sumamos a este lema y a las reivindicaciones de ONUSIDA, así como al trabajo sostenido de entidades como CESIDA, que siguen recordándonos que en España hay más de 150.000 personas que conviven con el VIH y que el estigma sigue siendo uno de los mayores desafíos.
Las personas que viven con VIH no solo necesitan fármacos eficaces: necesitan acompañamiento continuo, accesible, cercano y libre de juicios. Ahí es donde las enfermeras comunitarias marcan la diferencia, normalizando hablar del VIH en la consulta, preguntando sin morbo y sin miedo por los tratamientos, los efectos adversos, la adherencia, las relaciones personales y las preocupaciones del día a día, y ofreciendo una respuesta integral a sus necesidades clínicas, emocionales, sociales, espirituales y comunitarias. Preguntar por el VIH y por el tratamiento no es invadir, es cuidar. Convertirlo en un tema más de la valoración, con respeto, confidencialidad y lenguaje inclusivo, ayuda a sacar el VIH del “armario sanitario” y a romper la sensación de soledad que muchas personas siguen viviendo.
Las enfermeras comunitarias estamos en una posición privilegiada para identificar y acompañar a poblaciones especialmente vulnerables, como las personas migrantes, los hombres que tienen sexo con hombres, las mujeres trans y otras identidades disidentes, las personas que ejercen trabajo sexual, quienes usan drogas, la población reclusa o los y las jóvenes que inician su vida sexual en contextos con poca o nula educación sexo-afectiva de calidad. Pero es fundamental no perder de vista que el VIH no “pertenece” a ningún colectivo: puede afectar a cualquier persona, también a población heterosexual, personas mayores o personas que creen “no tener riesgo”. Esa tensión entre poner el foco donde más impacto tiene el virus y, al mismo tiempo, evitar discursos culpabilizantes o estereotipados, es un reto diario en nuestra práctica comunitaria.
La respuesta al VIH está cambiando rápidamente. A los tratamientos orales se suman terapias inyectables de acción prolongada que ya se están utilizando en gran parte del mundo y que pueden mejorar la adherencia, la calidad de vida y reducir el peso del estigma asociado a la toma diaria de pastillas. Además, la OMS ha incorporado de forma explícita en sus guías estos inyectables de acción prolongada, así como nuevas opciones de PrEP inyectable. Para las enfermeras comunitarias esto significa, como mínimo, conocer estas nuevas pautas, poder explicarlas en un lenguaje cercano, identificar qué personas pueden beneficiarse de ellas, por adherencia, movilidad o situación social, y coordinarse con los equipos hospitalarios que las prescriben. Estar al día no es solo un tema técnico: también es una forma de reducir desigualdades, porque quienes menos acceso tienen a información suelen ser quienes más se podrían beneficiar de estas innovaciones.
En el Día Mundial del VIH/sida, el mensaje de ONUSIDA insiste en que no habrá fin de la epidemia sin derechos humanos, sin comunidades y sin lucha contra el estigma. Las enfermeras comunitarias tenemos aquí una responsabilidad clave. Por un lado, en la lucha contra el estigma, desmontando mitos sobre las formas de transmisión, recordando que no se transmite por abrazar, besar o compartir vaso o espacio de trabajo, reforzando el mensaje de que una persona con VIH en tratamiento y con carga viral indetectable no transmite el virus, y visibilizando el VIH como una condición de salud crónica manejable y no como una “marca” moral. Por otro lado, en la educación sexual más allá de lo normativo y lo clásico: no basta con hablar de “preservativo y ya”, necesitamos una educación sexo-afectiva que incluya el consentimiento, poder decir que sí y poder decir que no sin presiones ni chantajes, la negociación de métodos de barrera sin vergüenza ni imposición, la corresponsabilidad en la prevención, la reflexión sobre el impacto hormonal de algunos métodos anticonceptivos en las mujeres y la consideración de la diversidad de cuerpos, orientaciones, identidades y prácticas, hablando de sexualidad real y no de un modelo único y normativo. Esta educación sexo-afectiva, cuando la hacemos las enfermeras comunitarias, se ancla en el territorio, se adapta a las realidades concretas de cada comunidad y se apoya en activos locales como asociaciones, grupos de jóvenes, colectivos LGTBIQ+ y entidades de VIH.
En este 1 de diciembre, la AEC se une al lema de ONUSIDA «Superar las disrupciones, transformar la respuesta al sida», poniendo el foco en que sin financiación, sin enfoque comunitario y sin derechos no habrá fin de la epidemia. Se alinea con las demandas de entidades como CESIDA, que piden poner en el centro a las personas que viven con VIH, combatir el estigma y garantizar una atención sociosanitaria integral y cercana, y reivindica el papel de las enfermeras comunitarias como profesionales clave para acompañar, educar y detectar desigualdades, cuidando y generando apoyo allí “donde la vida sucede”.
Como es habitual, cerramos con algunas recomendaciones culturales para seguir pensando, sintiendo y conversando sobre VIH más allá de las cifras:
El VIH y el sida. Un viaje de esperanza y resiliencia (Ed. Catarata, 2024). Un recorrido actualizado por la historia del virus, los tratamientos y los retos actuales, con una mirada centrada en la esperanza y la justicia social.
“Siempre que lo cuento” (CESIDA): un cortometraje que pone voz y cuerpo a la experiencia de vivir con VIH, abordando de frente el estigma, el miedo a contarlo y la necesidad de espacios seguros para poder narrarse en primera persona.
“Quince años perdidos”, de Dyssmery, cuenta la historia de una adolescente que adquiere el VIH en su primer encuentro sexual sin protección. Es una canción dura y directa, que invita a reflexionar sobre educación sexual, consentimiento y prevención más allá de los mensajes clásicos.
Te recomendamos seguir en la red social Instagram a @gulitobp, Oliver Marcos, activista VIH+ y secretario general de CESIDA, que comparte divulgación clara y valiente sobre VIH, estigma, derechos y vida cotidiana de las personas que conviven con el virus.


