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Paula Adam, Nueva Vocal AEC en Comunitat Valenciana

La Vocalía de la Comunitat Valenciana ha renovado recientemente su Vocal.

En la Asociación de Enfermería Comunitaria (AECdamos la BIENVENIDA a Paula Adam Castelló.

RIdEC 2024 Vol. 17, nº1 Publicado

 

Publicado en Open Access el nuevo número de la Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC) de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC).

Editorial

 

INTERVENCIONES COMUNITARIAS: PARTICIPACIÓN COMUNITARIA Y MEDIDA DEL IMPACTO

 
Tradicionalmente, las enfermeras de Atención Primaria prestamos atención clínica e integral a personas, sanas o enfermas, además de atención menos clínica a familias, grupos y comunidades. Desde una visión un tanto más global y acorde con la filosofía y los principios y fundamentos de la Atención Primaria de Salud (APS), esta debe ser más sólida y consolidar una atención que priorice no solo a las personas en la individualidad, sino al trabajo grupal y comunitario. En ese sentido, son ingentes los esfuerzos de las enfermeras comunitarias para superar las barreras organizativas y operativas que encuentran en el propio sistema, y lograr diseñar, planificar e implementar intervenciones grupales y comunitarias orientadas a la promoción de la salud (con intervenciones generales o concretas que estimulan además el desarrollo comunitario), y a la prevención de enfermedades y riesgos (sobre colectivos más concretos, además de sobre el medio ambiente y los entornos de vida). El trabajo realizado con colectivos en entornos laborales, escolares o sociales, como el asociacionismo comunitario o la administración local, son grandes ejemplos de ello. El esfuerzo para dicho desempeño no es menor, las manos y las profesionales dedicadas a ello no siempre son muy numerosas, y el tiempo disponible para hacerlo no siempre es ni el deseado, ni siquiera el aconsejable.
 
En el caso de aquellos proyectos que se han podido implementar y se han considerado exitosos (frecuentemente educativos), muchos incluso han consolidado y son de naturaleza continuada (y no espontánea o transversal), con buenas dosis de participación comunitaria en niveles de participación aceptables y no testimoniales. Convendría, sin embargo, hacer una reflexión al respecto: ¿Cómo se mide el éxito o fracaso de una intervención comunitaria o de un proyecto comunitario? ¿Cómo diseñamos y nos aseguramos de que la participación de la comunidad en el mismo es adecuada? (1).
 
Estas preguntas ni son menores, ni conviene menospreciar los resultados ni la confianza en ellos. Tampoco lo es la responsabilidad que tenemos de que, en un ideal de participación, el objetivo superior debe ser siempre que la propia comunidad sea capaz de gestionar autónomamente los proyectos y que los/las profesionales del sistema de salud seamos actores de la misma relevancia que la comunidad, nunca más, cediendo ese liderazgo a una comunidad que, si alcanza esos niveles, consideraremos que es más madura y desarrollada (1). Y es bien conocido que las comunidades más desarrolladas son las que más recursos suelen tener, pero también las más empoderadas, equitativas e igualitarias; y esto se traduce en un menor impacto de los determinantes sociales de la salud sobre la población (en especial sobre población vulnerable), reduciendo la brecha existente entre estratos sociales y, por ello, ayudando a reducir las desigualdades injustas y evitables que hacen que la variabilidad en salud no sea generada por el azar.
 
Por ello, es necesario que cuando hagamos el esfuerzo de planificar y desarrollar proyectos comunitarios, tengamos en mente desde el inicio estos dos puntos clave: por un lado, tener presente la necesidad de que la población sea protagonista desde el inicio, desde el diseño. Y, por otro lado, destacar que es necesario medir el resultado de las propias intervenciones comunitarias. Ni una ni otra consideración son sencillas. Contemplar la participación de la comunidad como iguales, no es habitualmente una costumbre profesional, como tampoco lo es contemplar que otros sectores participen (técnicos de administración local u otros sectores como el educativo, por ejemplo). Y más complejo aún, medir el resultado de las intervenciones no siempre está al alcance de todos/as, o no siempre sabemos o podemos hacerlo.
 
En cuanto a la participación comunitaria, me permito compartir el resultado de alguna investigación que podrían ayudar a quiénes pongan en marcha proyectos y quieran contemplar que el nivel de participación de la comunidad sea, como mínimo, aceptable. Los esfuerzos de Casseti et al. (2) al respecto son de sumo interés para entender y mejorar la participación: han desarrollado una herramienta, Evalguía, que próximamente se compartirá con toda la sociedad y que ayudará a los equipos desde el inicio del proyecto a mejorar la participación (https://evaluagps.com/).
 
Por otro lado, nos queda abordar el hecho de medir el impacto de las intervenciones comunitarias, otro complejo objetivo que ayudará a conocer el resultado y a mejorar la sostenibilidad de dichos proyectos, reduciendo la desigualdad (3). Como he dicho, cuestiones complejas, metodológicamente dificultosas y multidimensionales, pero que es necesario incluir como objetivo para no solo conocer si han sido válidas o no y compartirlo en publicaciones científicas; sino también para convertir en costumbre este tipo de mediciones, y contribuir a fortalecer la evidencia de acciones desarrolladas en el ámbito grupal y comunitario, en la salud comunitaria. Ayudará, además, a dejar claro los proyectos de valor e identificar proyectos que, aunque sean social y sanitariamente de interés, en su forma actual no aportan resultados en forma de cambio. Esto supondrá pues mayor investigación experimental, en detrimento de estudios de corte más transversal u observacional, en el camino de madurar la investigación en enfermería comunitaria, estudios de los cuales RIdEC ya cuenta con algunos publicados y tiene sumo interés en difundir (4).
 
 
Dr. Vicente Gea Caballero
Editor Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria RIdEC, AEC
 
 

Bibliografía

 
1. Cassetti V, López-Ruiz MV, Gallego-Royo A, Egea-Ronda A, Gea-Caballero V, Aviñó Juan Ulpiano D, et al.; EvaluA GPS Research Group. Asistir, consultar, involucrar: ¿es necesario redefinir el concepto de participación comunitaria? Gac Sanit. 2023; 37:102344. doi: https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2023
2. López-Ruiz MV, Pola M, Enríquez Martín N, Cassetti V, Iriarte de los Santos T, Benedé Azagra CB. ¿Cómo mejoramos la participación comunitaria en salud? Análisis de las acciones propuestas tras la aplicación de una herramienta de evaluación. Aten Primaria. 2024;56(5):102847 doi: https://doi.org/10.1016/j.aprim.2023.102847
3. Suárez Álvarez O, Fernández-Feito A, Vallina Crespo H, Aldasoro Unamuno E, Cofiño R. Herramientas para una evaluación del impacto en salud de los programas de salud pública e intervenciones comunitarias con una perspectiva de equidad. Gac Sanit.; 32(6):579-81. doi: https://doi.org/10.1016/j.gaceta.2018.01.008
4. Navarro del Río L. Proyecto de intervención de enfermería en Atención Primaria en el cuidador informal del enfermo con alzhéimer. RIdEC 2017; 10(2):40-54.
 

Espacio AEC

 

Iniciativa Marco de Cuidados del Sistema Nacional de Salud (SNS)

 
Dra. Maribel Mármol López
Presidenta de la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC)
 
 
IMACU
 
Tras la constitución en el año 2023 del Grupo Coordinador, el Comité Institucional y el Comité Científico-Técnico para la Iniciativa Marco de Cuidados del SNS (IMACU), el pasado mes de abril desde la Dirección General de Sanidad, se presentó en el Ministerio de Sanidad el resultado del trabajo realizado hasta ahora por los comités y otros grupos de trabajo, cuya finalidad es mejorar la salud de la población, a través de un marco de cuidados que dé respuesta a las necesidades en salud de la población, avanzando hacia la excelencia en cuidados, la sostenibilidad del SNS, redefiniendo la competencia en cuidados, el liderazgo y el avance y la innovación en estos.
 
Los ejes en los que se fundamenta la estrategia pretenden definir un modelo de cuidados enfermeros, darle visibilidad y liderazgo, a la vez que fortalecer la investigación en cuidados, priorizando la necesidad de desarrollo profesional y la adecuada ordenación de la profesión enfermera a través del fortalecimiento de las Especialidades antes de la creación de otras figuras emergentes como la Enfermera de Práctica Avanzada (EPA), que se abordará según las necesidades identificadas y la evidencia en resultados en salud.
 
La iniciativa y las cinco líneas estratégicas, lideradas por cinco enfermeras, que marcan la hoja de ruta de los cuidados, fueron presentadas en el Ministerio el pasado 7 de mayo de 2024, en el acto de celebración del Día Internacional de la Enfermera, en el cual participaron representantes de Sociedades Científicas, Asociaciones de Pacientes y Ciudadanos, así como el Consejo profesional de Enfermería y Sindicatos.
 
La primera de las líneas estratégicas que aborda IMACU es la Situación de necesidades en salud, identificando las necesidades en salud de la población en función de la planificación de intervenciones, definiendo la proyección de dichas necesidades y analizando la situación de las necesidades profesionales (enfermeras generalistas, especialistas, otras figuras y TCAE). Identificar las necesidades en salud de la población.
 
El desarrollo de un nuevo Modelo de cuidados, como segunda línea estratégica, pretende definir un modelo de cuidados enfermeros que cubra las necesidades reales y sentidas de cuidados de la población para el entorno nacional, teniendo en cuenta la definición de perfiles necesarios de enfermeras generalistas, especialistas y otras figuras con posibles acreditaciones y acreditaciones avanzadas en áreas específicas de cuidados y TCAE, a través de la identificación de modelos de cuidados integrales (Atención Primaria, Hospitalaria y Sociosanitaria).
 
En el nuevo modelo de cuidados la promoción del autocuidado, la alfabetización en salud, la participación ciudadana, la salud pública, la sostenibilidad de los cuidados en el SNS y la coordinación sociosanitaria, son fundamentales.
 
La tercera de las líneas estratégicas, Reorientación competencial en cuidados, prioriza el desarrollo profesional mediante la definición de un itinerario de desarrollo competencial en cuidados con un marco normativo que permita un mayor avance en estos.
 
La Visibilización y liderazgo enfermero, cuarta línea estratégica, proyecta posicionar a las enfermeras en la toma de decisiones, estableciendo estrategias de visibilización, aumentando la colaboración y el desarrollo en el ámbito internacional, creando y concretando puestos de responsabilidad y toma de decisión real en el organigrama del Ministerio y de todas las Consejerías Autonómicas. La modificación de la normativa y legislación, que actualmente impide el desarrollo de las enfermeras, es otro de los compromisos del Ministerio.
 
Finalmente, la quinta línea estratégica, Investigación e innovación en cuidados, promueve el desarrollo de la investigación en cuidados y la cultura de prácticas innovadoras en cuidados basadas en la evidencia, a través del desarrollo de un sistema de indicadores en cuidados para todas las CC.AA. que evalúe el impacto y la efectividad de las intervenciones y apoyando, facilitando, y reconociendo la importancia de la investigación en cuidados por parte de las organizaciones sanitarias y administraciones públicas.
 
Desde AEC, esperamos que la Iniciativa Marco de Cuidados del Sistema Nacional de Salud (IMACU), pase a ser una realidad lo antes posible para poder dar respuesta eficaz y eficiente a las necesidades de cuidados de las personas, las familias y la comunidad.
 
 

Artículo especial

 

UNA SALUD, VIVIMOS EN UN MUNDO INTERCONECTADO

 
Eduardo Galante.
Profesor Emérito. Director del Museo de la Biodiversidad de la Universidad de Alicante. Instituto de investigación CIBIO (Centro Iberoamericano de la Biodiversidad). Universidad de Alicante. España.
 
Dirección de contacto: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
 
Cómo citar este artículo:
Galante E. Una Salud, vivimos en un mundo interconectado. RIdEC 2024; 17(1):8-11.
 
Fecha de recepción: 5 de febrero de 2024.
Fecha de aceptación: 23 de marzo de 2024.
 
 

Resumen

 
Abordamos la visión reduccionista de la salud, que gran parte de la población restringe a la inversión en infraestructura sanitaria, profesionales y medicamentos, sin considerar la interconexión con el medioambiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que un alto porcentaje de enfermedades son consecuencia del cambio climático, la contaminación y la destrucción del entorno natural (entre otros), que supondrían más de 250.000 muertes adicionales anuales.
A pesar de esta alarmante situación, la sociedad permanece en gran medida inconsciente. Científicos y profesionales de la salud han alertado durante décadas sobre las consecuencias de la degradación ambiental para la salud humana: por ejemplo, muchos medicamentos provienen principalmente de plantas y animales que habitan en ecosistemas amenazados.
El concepto de One Health destaca la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental. La pandemia de covid-19 ejemplifica esta conexión. La crisis mostró la necesidad de un cambio de rumbo, pero la reacción fue temporal y se ha vuelto a priorizar la tecnología sobre el respeto por la naturaleza.
El texto concluye que la responsabilidad de cambiar este enfoque recae tanto en los dirigentes políticos como en la propia sociedad. Se han de adoptar modelos de desarrollo respetuosos con el medioambiente para evitar el colapso y garantizar un futuro saludable. La adopción del concepto de One Health es esencial para este cambio.
Palabras clave: cambio climático; salud ambiental; pandemias; One Health.
 
Abstract
One Health, we are living in an interconnected world
 
We address the reductionist view of health: that a major part of the population restricts to the investment in healthcare infrastructure, professionals and medications, without taking into account the interconnection with the environment. The World Health Organization (WHO) is warning that a high proportion of diseases are a consequence of the global climate change, the contamination, and the destruction of the natural environment (among others), which would represent over 250,000 additional deaths per year.
Despite this alarming scenario, society remains unaware to a high extent. Scientists and health professionals have been warning for decades about the consequences of environmental degradation for human health; for example, many medications are primarily based on plants and animals living in threatened ecosystems.
The One Health concept highlights the interconnection between human, animal and environmental health. The COVID-19 pandemic is an example of this connection. The crisis showed the need for a change in direction, but this reaction was temporary, and technology has been prioritized again over respect for nature.
The conclusion of this text is that the responsibility for this change of approach lies both in political leaders as in the society itself. Models of development that respect the environment must be adopted, to prevent collapse and guarantee a healthy future. The adoption of the One Health concept is essential for this change.
Key words: global climate change; environmental health; pandemics; One Health.
 

 
Tenemos una visión muy parcial de lo que es la salud y de los factores de que depende. Para gran parte de la sociedad se trata tan solo de invertir en centros de salud, profesionales de la medicina y medicamentos. Nos hemos alejado de la naturaleza y se nos olvida que de ella formamos parte y que, en gran parte, nuestro estado de bienestar depende de la salud del medioambiente en el que estamos inmersos.
Quizás sea duro reconocer, como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS) (1,2), que un alto porcentaje de las enfermedades que padece la población humana se debe a efectos del cambio climático, contaminación del entorno y destrucción del mundo natural. Esta organización señala que actualmente más de 3.600 millones de personas ven deteriorado su estado de bienestar por el cambio climático, calculando que en los próximos treinta años se producirán más de 250.000 muertes anuales adicionales debido al deterioro ambiental a que estamos sometiendo al planeta. Ante esta creciente destrucción de la naturaleza, sin embargo, gran parte de la población permanece impasible e inconsciente sobre lo que esta situación supone para nuestra salud. Paradójicamente, no se es consciente de que los medicamentos que utilizamos cotidianamente proceden, en su mayoría, de plantas y animales (3-6) que habitan en lugares muchas veces sometidos a procesos de destrucción irreversible que eliminan biodiversidad. Sin embargo, desde hace décadas los científicos y profesionales de la salud nos alertan de que son millones de vidas de seres humanos las que cada año se apagan como consecuencia de las agresiones a que hemos sometido a nuestro planeta. Somos una especie más en este entramado de la vida que, a pesar de nuestra supuesta inteligencia, se comporta de manera irracional, invirtiendo recursos en destruir una naturaleza que nos provee de grandes beneficios para nuestra salud para después volver a invertir otros muchos recursos con el fin de compensar los daños ambientales ocasionados y que están afectando a nuestro estado de bienestar. Es este un tema que cada vez preocupa más a distintos sectores sociales que, sin embargo, no logran que sea asumido con seriedad, ni por los que rigen nuestros destinos, ni por gran parte de nuestros conciudadanos. Quizás la percepción que nuestras cortas vidas nos proporciona no permita ver mucho más allá de unos cuantos años, eliminando la perspectiva histórica de donde venimos y hacia dónde se dirige la humanidad.
La historia nos habla de ejemplos de colapso de grandes civilizaciones que desaparecieron por problemas de degradación ambiental (7,8), y es responsabilidad de las generaciones actuales dejar un mundo en el que vivir no dependa solo de desarrollos tecnológicos sino de tener un entorno saludable. Me preocupa la deriva que nuestro mundo está teniendo, por eso, cuando mi buen amigo José Ramón Martínez Riera me invitó a escribir esas líneas, más por amistad que por conocimiento, acepté superando el temor a escribir sobre un tema en el que hay muchos profesionales mucho más preparados.
Hablar de Una Salud es remover los sentimientos con que hace poco más de tres años nos despertábamos incrédulos ante las noticias que nos llegaban, ya que estábamos siendo afectados por una pandemia de origen zoonótico que llenaba hospitales y provocaba diariamente un elevado número de fallecidos. La bautizamos como la covid-19, y aprendimos que se trataba de un coronavirus cuyo reservorio era un animal desde donde había pasado a los humanos (9). Nos cogió desprevenidos, las autoridades de los distintos países estaban desconcertadas, no se había previsto una pandemia como aquella y, sin embargo, en esa primavera de 2020, realizando un rápido examen de la bibliografía científica existente en Web of Science database, podíamos encontrar más de 8.000 publicaciones en los últimos diez años en las que los científicos alertaban de la posibilidad de que se produjesen graves epidemias en humanos transmitidas por coronavirus procedentes de una maltrecha naturaleza. El problema no era nuevo, se venía anunciando desde el año 2000, cuando se introdujo por primera vez el concepto de Una Salud (10), un concepto conocido en el mundo científico y conservacionista, que reconoce que vivimos en un mundo interconectado, donde nuestra especie no es más que una pieza del gran rompecabezas que es la vida que nos rodea y nos mantiene vivos. Un inmenso rompecabezas con millones de piezas conformadas por cada uno de los seres vivos que, desde las bacterias y los virus hasta nosotros, los humanos, forman el entramado de la vida. Una Sola Salud, un concepto que entonces recuperamos para difundirlo de nuevo a la sociedad con más facilidad, e intensidad si cabe, bajo la afortunada expresión en inglés One Health (11).
Deberíamos entender, e interiorizar, que el mundo es un maravilloso mosaico de formas de vida, constituido por más de 1.800.000 especies conocidas (12) que interactúan, comparten espacio y tiempo, se desarrollan en áreas a veces muy particulares y específicas, y que en muchos lugares del mundo están amenazados. Los hábitats donde vive el resto de seres vivos que nos acompañan en esta gran aventura de la vida, donde tratan de desarrollarse y a veces simplemente de sobrevivir, están siendo reducidos y destruidos por la simple acción de una especie singular, la especie humana, que, a pesar de su capacidad de raciocinio, parece ignorar lo que es la Naturaleza y los beneficios que nos aporta.
Vivimos en un mundo globalizado, donde el modelo social predominante, impulsado por las nuevas corrientes políticas y sociales, busca resultados macroeconómicos a corto plazo basado en un desarrollo tecnológico que dé solución a nuestras carencias y necesidades vitales del día a día. Un modelo de vida que es reflejo de una sociedad cada vez más alejada de la naturaleza, que nos lleva a un crecimiento desordenado y de espaldas a los otros seres vivos de cuyo conjunto formamos parte y dependemos. El crecimiento exponencial de nuestra especie ha sobrepasado todos los límites inimaginables, superando en más de 100 veces el nivel de población que correspondería a cualquier otro animal de nuestra talla y peso medio. Un crecimiento que fue relativamente paulatino desde los albores del Neolítico hasta iniciado el siglo XX, a donde llegamos con una población cercana a mil millones de personas, pero que en tan solo unos cien años hemos multiplicado por ocho. Un crecimiento poblacional, que unido al desarrollo de tecnologías que han facilitado el acceso a la explotación de nuevos recursos y espacios naturales, ha tenido consecuencias dramáticas para el resto de los seres vivos (13). Hemos invadido cada rincón de la Tierra, transformado y simplificado sus ecosistemas, considerado un derecho el uso y tráfico de multitud de especies que incluso en muchas ocasiones hemos eliminado, y hemos hecho prevalecer nuestros intereses económicos o personales.
Vivimos en el Antropopoceno (14), una nueva era cuyos orígenes podemos situarla en el periodo industrial de finales del siglo XVIII, y en la que por primera vez desde que aparecieron las primeras formas de vida hace más de 4.500 millones de años, no son los procesos naturales quienes rigen el destino de los seres vivos, sino la acción de una sola especie, la especie humana, que altera, destruye y elimina biodiversidad (15). En las últimas décadas hemos quebrado las barreras naturales destruyendo y reduciendo bosques y selvas, invadiendo ecosistemas donde la presencia humana había sido hasta entonces reducida y limitada a pequeñas poblaciones adaptadas a esos medios. Nuestra actividad ha desplazado y eliminado a miles de especies de fauna y flora y alterado profundamente el territorio. El resultado de la destrucción de estas barreras naturales ha sido el contacto directo con especies silvestres, que en ocasiones han sido objeto de explotación como nuevos recursos o simplemente han sido eliminadas cuando su presencia se ha considerado incompatible con los intereses de nuestra especie. Nuestra acción indiscriminada e irracional ha conllevado la simplificación de la naturaleza, permitiendo el contacto con grupos animales que desde hace millones de años vivían en lugares recónditos, sin apenas contacto con asentamientos humanos. Nuestra forma de actuar en muchos lugares del mundo ha provocado que numerosas especies animales abandonen los lugares de origen y emprendan la dispersión en busca de nuevos hábitats donde poder vivir, y en su camino se han encontrado con poblaciones humanas y sus animales domésticos, provocando zoonosis que en muchos casos derivan en pandemias (16).
Es más que probable que a lo largo de la historia de la humanidad se hayan dado casos locales de zoonosis, y de hecho en la literatura científica encontramos algunos ejemplos, pero estos casos no traspasaban las fronteras locales en épocas en que la globalización de mercados no existía, y la movilidad de personas a nivel mundial era muy reducida. El problema ha venido de la mano de la profunda destrucción de la naturaleza que hemos ejercido en los últimos cien años, unido todo ello al crecimiento exponencial de la población humana, su creciente ocupación de territorios destruyendo hábitats naturales y el mal uso del desarrollo tecnológico (17).
La transmisión de enfermedades desde la naturaleza silvestre a los humanos debemos verla como un nuevo fracaso de nuestra civilización que pone de manifiesto incultura, desprecio al conocimiento científico y adopción de un modelo de vida a espaldas de la Naturaleza, creyendo que podemos usar indiscriminadamente sus recursos y destruirlos a nuestro antojo (18). En nuestra visión antropocéntrica, hemos creído que a la Naturaleza la podíamos dominar, y que este proceder no nos pasaría factura, pero la última pandemia y la pérdida del estado del bienestar provocado por la reducción de servicios y recursos que nos proporciona el mundo natural, deberían hacernos reflexionar sobre qué mundo queremos dejar a las generaciones venideras, y cómo queremos afrontar los años que nos queden de vida.
Hace poco más de tres años, en plena pandemia de la covid-19, surgían voces afirmando que esa situación adversa debería representar una oportunidad para dar un cambio de rumbo a nuestro modelo de vida y al orden de valores (19). Fue probablemente un momento de lucidez a consecuencia de la debilidad de nuestro pensamiento humano colectivo consecuencia de la fragilidad emocional que el momento nos provocaba. Han pasado casi cuatro años y ya no parece ser una prioridad la búsqueda de ese cambio de vida, de ese respeto por la Naturaleza. Todo ha vuelto a la cotidianidad, a la búsqueda del estado de bienestar artificial y exclusivamente personal basado en tecnología y no priorizando el cuidado del mundo natural.
Tal como ya ocurriera en crisis precedentes, los buenos propósitos se fueron quedando por el camino para retomar el modelo de vida y desarrollo del que habíamos adjurado. No veo que los dirigentes políticos insistan en el concepto de Una Salud, quizás porque cuidar la Naturaleza, y proveernos de sus beneficios, es menos rentable políticamente que invertir en nuevas tecnologías que destruyen el mundo natural para después invertir en intentar repararlo a nuestro antojo, y no siempre acertado entendimiento, construyendo un mundo cada vez más alejado de la biodiversidad que nos rodea. Pero también es responsabilidad de la sociedad en general, y de cada uno de nosotros en particular, ya que deberíamos ser capaces de poner en marcha nuevos modelos de desarrollo respetuosos con el medio ambiente y la biodiversidad (20). Grandes logros de la humanidad han sido empeños colectivos apoyados por dirigentes honestos con una clara visión de futuro, y si no queremos sucumbir como civilización engullidos por un mundo natural que agoniza, tenemos que lograr cambiar el rumbo y visión de un mundo del que hemos excluido al resto de los seres vivos.
Somos muchos los científicos, profesionales de la salud y grupos sociales preocupados por nuestro mundo natural y el estado de bienestar que gratuitamente nos proporciona la naturaleza, por ello debemos exigir acciones decididas para lograr un medio ambiente sano. El concepto de Una Salud debiera unirnos a todos, y espero que surjan nuevos movimientos sociales comprometidos con el necesario cambio de rumbo que la Naturaleza, y nuestro estado de bienestar reclaman.
 
 

Bibliografía

 
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3. Ambriz Pérez DL, Santos Ballardo DU. Plantas: Biofábrica de medicamentos. Saber Más. Revista De Divulgación de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo [internet] 2022 [citado 8 may 2024]; 55:56-60. Disponible en: https://www.sabermas.umich.mx/archivo/articulos/489-numero-55/950-plantas-biofabricas-de-medicamentos.html
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